Sucedió en
ese mes y
en esa patria.
Aquello que
paso fue inesperado,
pero así
fue: de un día
al otro día
aquel país
se llenó de
cerezas.
Era
recalcitrante
el
tiempo masculino desollado
por el beso
polar: nadie supone
lo
que yo recogía
en las tinieblas:
(metales muertos,
huesos de volcanes)
(silencios tan
oscuros
que
vendaban los ojos
de las islas)
y
ya entre los
peñascos
se
dio por descontado
el laberinto
sin
más salida que la nieve
cuando llegó
sin advertencia previa
un
viento de panales
que traía
el
color que buscaban
las banderas.
De
cereza en cereza
cambia el mundo.
Y
si alguien duda
pido a
quien corresponda que
examinen
mi
voluntad, mi pecho
transparente,
porque aunque
el viento se
llevó el verano
dispongo de
cerezas escondidas.
Geografía
infructuosa
1972
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