Su día ha concluido.
Ha concluido.
La noticia llegó en las alas de un viento,
reacio a llevar su carga.
Ha concluído el día de Nelson Mandela.
La noticia, esperada pero aún ingrata, llegó a Estados Unidos,
y de repente nuestro mundo se volvió sombrío.
Nuestros cielos se tornaron grises.
Su día ha concluido.
Les vemos a ustedes, el pueblo sudafricano, enmudecidos
ante el portón de ese umbral final del cual ningún viajero regresa.
Nuestro espíritu les tiende a ustedes la mano,
a los Bantu, los Zulú, los Xhosa, los Boer.
Pensamos en ustedes y su hijo de africano, su padre, su otra maravilla del mundo.
Les enviamos nuestras almas mientras reflexionan
acerca de su David armado con tan sólo una piedra
para enfrentarse al poderoso Goliat.
Su hombre fuerte, Gedeón, emerge triunfador.
Aún habiendo nacido en el brutal seno del Apartheid, marcado por la
salvaje atmósfera del racismo, y encarcelado injustamente en las sangrientas fauces de las mazmorras sudafricanas.
¿Sobreviviría este hombre? ¿Sobreviviría este hombre?
Su respuesta dio fuerzas a hombres y mujeres de todo el mundo.
En El Álamo de San Antonio, en Texas, en el puente de Golden Gate en San Francisco,
en el Loop de Chicago, en el Mardi Gras de Nueva Orleans, o en el Times Squares de Nueva York, todos observamos cuando la esperanza de África emergió de las puertas de la cárcel.
Su estupendo corazón, intacto, su titánica voluntad fuerte y sana.
Las bestias no habían podido lisiarle,
como tampoco veintisiete años de cárcel
habían podido disminuir su pasión por los derechos de los seres humanos.
Incluso aquí en Estados Unidos sentimos la serena y refrescante brisa de la libertad.
Cuando Nelson Mandela tomó posesión de la Presidencia de su país,
donde anteriormente no se le había permitido siquiera ejercer el voto,
nos enaltecimos con lágrimas de orgullo,
al ver que los antiguos celadores de Nelson Mandela
habían sido por él invitados a sentarse en la primera fila
durante su ceremonia de investidura.
Le vimos aceptar el premio mundial en Noruega
con la gracia y gratitud de Solón de la antigua Roma,
y con la confianza de los jefes africanos sentados en sus antiguos bancos reales.
Ningún sol sobrevive su atardecer,
pero saldrá de nuevo y trayendo consigo al alba.
Sí, el día de Mandela ha concluido,
pero nosotros, sus herederos,
abriremos aún más las puertas de la reconciliación,
y responderemos generosamente al clamor de negros y blancos, asiáticos, hispanos
y pobres que viven en penosas condiciones a ras del suelo en nuestro planeta.
Él nos ha dado comprensión,
nosotros aplazaremos nuestro perdón incluso para quienes no nos lo piden.
El día de Nelson Mandela ha concluido,
confesamos en voces llorosa, pero alzamos las nuestras para dar gracias.
Te damos las gracias, nuestro Gedeón;
gracias, nuestro David, nuestro magnífico y valiente hombre.
No te olvidaremos, no te ultrajaremos.
Nos acordaremos y estaremos contentos de que viviste entre nosotros,
de lo que nos enseñaste, y de que nos quisiste a todos.
2 jun 2014
Maya Angelou : SU DÍA HA CONCLUIDO.
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