A la memoria del héroe nacional cubano José Antonio Echevarria,
cuyo nombre clandestino era "Manzana".
Vivía un muchacho llamado "Manzana"
con los ojos tan puros como un manantial
y el alma tan ruidosa
como una buhardilla
atestada de lienzos, guitarras y palomas.
Le gustaban las mazorcas de maíz,
el béisbol,
los niños,
los árboles,
los pájaros,
y, entre el enloquecido vaivén de la pachanga,
el azar de encontrar dos milagros con pestañas.
Pero en el muchacho llamado "Manzana",
tan parecido a un niño, comenzaba a sonar
la campanilla de la severidad
ante la falsedad y la mentira.
Y la mentira en Cuba tenía muchas máscaras.
Bailaba en todos los salones,
y en el coche del presidente iba
sentada
como ama y señora.
Hablaba la mentira por todos los periódicos.
Y desde la mañana, enfurecida,
mezclándose
a veces
con el rock and roll,
la mentira gritaba
por los altavoces
de las radios.
Y el muchacho llamado "Manzana",
no por la gloria,
sino por el bien de todos, simplemente,
para que toda Cuba supiera la verdad,
con sus amigos decidió ocupar la emisora.
Pistola en mano,
apareció de pronto,
le arrancó a los cantantes el micrófono,
y fue su voz la voz de Cuba, del valor y la fe
diciendo a todo el pueblo la verdad.
¡Tres minutos tan sólo!
¡Nada más tres minutos!
Y se escuchó un disparo...
Después, sólo silencio.
La bala batistiana puso punto
a aquel discurso que no pudo terminar.
Y de nuevo, puntual, sonó el rock and roll,
y él,
ya invencible,
él, que había dado su vida por tres minutos de verdad,
yacía con un rostro joven y feliz...
Me dirijo a los jóvenes del mundo:
cuando en algún país gobierna la mentira,
cuando la prensa miente sin descanso,
recuerda tú a "Manzana",
juventud.
Así hay que vivir,
sin divertirse inútilmente.
Ir a la muerte,
dejando la vida cómoda,
tranquila,
para decir,
aunque sólo sea tres minutos,
la verdad.
¡Aunque sólo sea tres minutos!
¡Después, que venga la muerte!
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