Como en pocos autores, en Hikmet
la obra literaria está adherida a su peripecia personal y política, por lo que
para conocerle es imprescindible repasar con algún detenimiento su singular
biografía.
Este gran poeta turco nació el 15
de enero de 1902 en Salónica, hoy ciudad griega, en un ambiente familiar
intelectual. Uno de sus abuelos fue poeta; su padre, director general de
prensa, además de diplomático, y su madre pintora. Estudió en el colegio francés,
un centro de élite y, aunque por poco tiempo, ejerció de maestro
En 1921, con apenas 19 años,
impresionado por la revolución de octubre se fue a Rusia en compañía de su
amigo Va-Nu, en busca de nuevos horizontes, huyendo de la guerra y el feroz
anticomunismo de su país: los integrantes del primer círculo comunista turco
acababan de ser asesinados a sangre fría en alta mar.
Ambos se establecen en Moscú
estudió ciencias políticas en la universidad durante cuatro años. En una época
de aprendizaje del poeta, que queda impactado por la euforia revolucionaria y
la eclosión artística en la Rusia de aquel momento: Maiakovski y Meyerhold,
tanto en poesía como en teatro, los dos géneros que más atraen al joven Nazim,
rompen los viejos moldes artísticos con montajes espectaculares.
En diciembre de 1924, regresa a
Estambul y se integra en la redacción de Aydïnlïk (Claridad), la revista
teórica del Partido Comunista, definitivamente cerrada en febrero de 1925,
coincidiendo con las medidas excepcionales adoptadas por el Gobierno, que tomó
como pretexto un alzamiento kurdo. Al mes siguiente, los redactores de Claridad
y un numeroso grupo de comunistas fueron detenidos y procesados, y el propio
Nazim Hikmet, aunque logró eludir la cárcel huyendo a Esmirna y pasando a la
clandestinidad, fue condenado a 15 años de prisión, por lo que, en septiembre
de 1925, volvió a escaparse a la Unión Soviética, donde participó en la
creación de un teatro-estudio (la compañía METLA), que se disolvió en marzo de
1927.
En julio de 1928 regresa a Turquía, pero es detenido en la frontera y, tras seis meses de prisión preventiva, es condenado a tres meses de cárcel. La represión seguía cebándose en los comunistas, amparada en los poderes omnímodos de Mustafá Kemal y su partido único, el Partido Republicano del Pueblo.
A la salida de la cárcel se
instaló en Estambul y trabajó para el diario Aksam, comenzando a escribir
poemas, novelas, relatos, artículos, ensayos y teatro. En abril de 1929 publicó
835 lineas, una colección de poemas constructivistas que alcanzó dos ediciones,
y, antes de acabar ese mismo año La Gioconda y Si-Ya-U. Por aquellas fechas, se
sumó también a la redacción de Resimli Ay (Mensual Ilustrado), una revista de
concepción vanguardista que congregó a un grupo de escritores y artistas
empeñados en derribar los idolos, según la fórmula acuñada por Nazim en una
cé1ebre serie de artículos que provocaron un considerable revuelo y le costaron
la feroz animadversión de personajes influyentes, que se sintieron retratados
en aquellos ídolos con los pies de barro.
Por entonces conoce a uno de los
grandes amores de su vida, Pirayé, entonces una joven de apenas 22 años, cuya
vida en común quedó truncada con una nueva detención de Nazim, hasta que ambos
pudieron reencontrarse meses después y contraer matrimonio en enero de 1935.
Entonces Nazim era ya un escritor
tan conocido como repudiado por la élite intelectual de su país. Pero sigue
desplegando una incesante actividad creadora: en 1930 publica dos nuevos
poemarios, Varan 3 (Y van 3) y 1+1=2, este último escrito en unión de con Nail
V. (Nail Çakirhan); en 1931, aparece La ciudad que perdió la voz, ilustrada por
Abidin Dino; y, en 1932, una antología de poemas, Telegrama nocturno, y ¿Por
qué se ha suicidado Benerci?
Su estilo libre y la alternancia
de verso, prosa y diálogo, que, en cierta manera, prefiguran ese nuevo género
que se propone fundar con su obra más ambiciosa, que redactará durante sus
largos años de cárcel: Paisajes humanos de mi país. También escribió teatro:
Kafatasi (El cráneo) y La casa de un muerto, estrenadas en Estambul en 1932.
En marzo de 1933, en medio de un
gran polémica nacional fue encarcelado, en unión de otros 23 comunistas,
acusado de asociación ilegal y de pretender implantar en Turquía el régimen de
los soviets.
Durante el juicio, celebrado en
Bursa en noviembre de aquel año, el fiscal reclamó la pena de muerte para los
acusados. Algo más de un año después, sale en libertad, gracias a la amnistía
promulgada en agosto de 1934 con ocasión del décimo aniversario de la
República.
Nazim, en esos años de la década
de 1930, marcados por el ascenso de los fascismos en Europa, sufre el
ostracismo público en su país, apartado de la prensa, en la que tiene que
resignarse a colaborar bajo seudónimo, aunque no por eso abandona su impulso
revolucionario y escribe dos largos poemas narrativos, que pueden considerarse
auténticas obras maestras en su género: Cartas a Taranta Babd, sobre la
invasión de Etiopía por las tropas de Mussolini, publicado a finales de 1935 y
recogido en Commune en marzo de 1936, y Leyenda del jeque Bedreddin, publicada
en 1936, en la que recoge la revuelta de signo antifeudal que en el siglo XIV
protagonizó la secta Simavi, constituida por musulmanes, judíos y cristianos.
Otro aspecto más del compromiso
de carácter antifascista del autor lo constituye el largo poema titulado Rumbo
a Barcelona en el barco del desdichado Fusuf, publicado a finales de 1937,
coincidiendo con el avance de las fuerzas fascistas en España, que estuvieron a
punto de tomar Madrid, y la entrada en combate de las Brigadas Internacionales.
Es a finales de 1937 y comienzos
de 1938 cuando se gesta una auténtica conspiración contra Nazim Hikmet, para lo
cual le entregaron a los tribunales militares. En este tiempo, el poeta ha de
afrontar dos procesos. En el primero, el motivo, lo brinda un grupo de alumnos
de la Academia Militar, apasionados por la literatura y de ideas progresistas,
a quienes en el curso de un registro se les descubren algunos libros del poeta.
A pesar de tratarse de libros legalmente publicados que podían adquirirse
libremente, la jurisdicción militar inicia un proceso contra Hikmet y 20
alumnos de la Academia Militar, en el que se le acusa de conspiración militar e
incitación a la indisciplina y a la rebelión, que estaba castigado con la pena
de muerte. El juicio concluye con elevadas condenas, pero es Nazim quien se
lleva la palma: 15 años de prisión.
El segundo proceso lo incoa
contra él la Armada, por los mismos motivos: la detención de algunos cadetes a
los que se había sorprendido con libros del poeta. En este caso, la falta de
pruebas y el hecho de que se esgrimiera como acusación principal la militancia
comunista de los procesados, que entraba dentro de la jurisdicción civil, hacía
presagiar una sentencia absolutoria. Sin embargo, las condenas fueron también
de una inesperada dureza, en particular la recibida por Nazim: 28 años y 4
meses.
Nazim llegó a la prisión de Bursa
en diciembre de 1940, para cumplir una larguísima condena, que, de hecho, para
un hombre como él, de 38 años y una salud frágil, equivalía a una cadena
perpetua. Allí, en las celdas de la prisión de Bursa, coincidió con dos jóvenes
que habían sido condenados, con tan sólo 16 años, a duras penas de cárcel, a
los que ayudó a desarrollar sus facultades artísticas, como en la cárcel de
Çan-kïrï hiciera con Kemal Tahir: Orhan Kemal, condenado a 5 años de cárcel por
propaganda comunista, que acabaría convirtiéndose en uno de los escritores
fundamentales de la Turquía contemporánea, e Ibrahim Balaban, un joven
contrabandista a quien Nizim enseñó a pintar, y que se convirtió al cabo de los
años en uno de los artistas más trascendentales de la pintura turca.
Durante los diez años
prácticamente ininterrumpidos que Nazim pasó en la cárcel de Bursa, escribió
sus Poemas de las 22-23 horas, en un lenguaje deliberadamente simple y
dedicados a Pirayé; pero, sobre todo, avanzó su obra más ambiciosa, Paisajes
humanos de mi país, en la que se proponía retratar a su pueblo en diferentes
momentos históricos, y en la que trabajó durante 20 años, 13 de ellos en
prisión. Como explicó en sus cartas a Kemal Tahir, no era un libro de poesía,
pues aunque hubiera elementos de poesía, también los había de prosa, teatro y
cine.
Durante los últimos años de la
década de 1940, Turquía necesita abrirse a Occidente, y crecen las esperanzas de
un cambio político y de una liberalización del régimen. Coincidiendo con este
nuevo clima, Va-Nu, su gran amigo de juventud, le visita en prisión y renace la
vieja amistad. También le visita un prominente periodista, Ahmet Emin Yalman,
propietario del periódico Vatan, que, siendo de origen judío, ha chocado con el
régimen por la imposición de un impuesto que penalizaba exclusivamente a las
minorías de origen griego, judío y armenio, y que, además de apreciar su
poesía, quiere acabar con la injusta y prolongada encarcelación del poeta,
contra la que ya se han iniciado diversas movilizaciones en todo el mundo.
En ese periódico se inicia una
campaña por su libertad a la que pronto se suma Mehmet Ali Sebtik, un
influyente abogado, quien publica una serie de artículos desvelando las
irregularidades de los procesos a que fue sometido el poeta. Pero sus
argumentos y las apelaciones ante el Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional
fueron desestimados. No obstante, sus esfuerzos, en un clima de cierta
liberalización del régimen, contribuyeron a crear un ambiente de opinión
favorable a la liberación, aunque muchos comprendieron que ésta no se produciría
mientras el partido único surgido del kemalismo, siguiera en el poder.
En su estancia en la cárcel
comienza una nueva relación. Se enamora de su prima Milnever, con la que viviría
después, tras su excarcelación en 1950. Su salud sigue deteriorándose, y en
septiembre de 1949, se crea un comité internacional para su liberación y al que
prestaron su apoyo intelectuales de todo el mundo. Las manifestaciones llegaron
hasta el corazón de Estados Unidos, y el cantante Paul Robeson, marginado
durante la época maccartista y que más adelante sumaría a su repertorio la
canción titulada La niña muerta, sobre la destrucción de Hiroshima, con letra
de Nazim Hikmet y música del compositor checo Vaclab Dobias, prestó todo su
apoyo a la campaña.
El poeta comenzó el 2 de mayo de
1950 una huelga de hambre que contribuyó a sacar de su indiferencia a una parte
de la sociedad turca. El 14 de mayo, ante el agravamiento de su estado de
salud, tuvo que ser ingresado en un hospital. Sus amigos empezaron a temer
seriamente por su vida, pues el Gobierno no tomaba ninguna iniciativa, y Nazim
seguía firme en su empeño, por lo que comisionaron a uno de sus mejores amigos,
el pintor Abidin Dino, para convencerlo de que abandonara la huelga de hambre,
hasta que tomara posesión el nuevo Gobierno del Partido Demócrata. Finalmente,
tras recibir múltiples llamamientos, el 20 de mayo aceptó interrumpirla. Pero
su liberación, como muchos temían, no se produjo hasta el 14 de julio, cuando
la nueva Asamblea Nacional, ahora dominada por el Partido Demócrata, aprobó una
amnistía parcial que permitió la salida de la cárcel de 111 comunistas presos.
Nazim nunca se doblegó ante la
tiranía. No consiguieron acabar con él; resistió y permaneció fiel a las ideas
revolucionarias aún teniendo los brazos atados a la espalda, y la espalda
pegada al corazón.
En noviembre de 1950, la II
Conferencia del Congreso Mundial de la Paz le galardonó con el Premio de la
Paz, recibido junto con Pablo Picasso, Paul Robeson, Wanda Jakubowska y Pablo
Neruda, que fue el encargado de recogerlo en su nombre, ya que las autoridades
turcas no le permitieron acudir a Varsovia. Y no sólo no le concedieron un
pasaporte, sino que reabrieron su expediente militar y recibió una orden de
alistamiento para incorporarse a un alejado destino: con 50 años pretendía el
gobierno que se incorporara a filas, ya que no había cumplido el servicio
militar al marcharse a Rusia. No hacía mucho que el escritor Sabahattin Ali
había muerto en extrañas circunstancias, tras haber sido también llamado a
filas a una edad tardía.
Nadie le daba trabajo y muy pocos
se atrevían a visitarle en su casa, vigilada por la policía. Nazim temió ser
víctima de una venganza por parte de quienes no se resignaban a saberlo libre
cuando habían dispuesto todo para que se pudriera de por vida en prisión. De
modo que comenzó a plantearse el exilio. En marzo de 1951, nació su hijo
Mehmet, y, menos de tres meses después, huía de su país a bordo de una frágil
embarcación.
Su obra, por tanto, está escrita
en las condiciones más adversas, con un pie en la cárcel y otro en el exilio, y
eso marca indeleblemente sus versos:
Sucede por ejemplo que estamos en el frente,por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,puede caerse cara a tierra y morir.Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamentepor esa guerra que puede durar años y años.Sucedeque estamos en la cárcel.Sucedeque nos acercamos a los cincuenta años,y que falten dieciocho máspara ver abrirse las puertas de hierro.Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera.con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,es decir, con todo el mundo exterior que se hallatras el muro de nuestros sufrimientos;es decir, estemos donde estemoshemos de vivircomo si nunca hubiésemos de morir.
El poeta fue recibido en la URSS
con todos los honores, e inmediatamente fue nombrado para los órganos
directivos del movimiento por la paz y el desarme. En 1952 entró a formar parte
del órgano director del Congreso Mundial de la Paz, lo que le permitió viajar
con relativa facilidad al extranjero y relacionarse con escritores y artistas
internacionales.
Hoy su poesía sigue prohibida en
Turquía, donde hasta la simple mención de su nombre, borrado de manuales,
antologías e historias de la literatura, es un acto de resistencia. Pero sus
poemas son cantados y recitados hasta en las aldeas más apartadas, para
escarnio de quienes pretendieron acallar su voz.
No regresó ya nunca a su país y
murió en Moscú el 3 de junio de 1963.
Nazim Hikmet es uno de los poetas
cumbres de la poesía del siglo XX. Fue mucho más que un renovador de la
literatura turca, y quizá por eso los escritores turcos consagrados de su
tiempo le despreciaron como un extraño, mientras la juventud seguía sus pasos y
le imitaba con fervor, y no solamente en el ámbito literario. El poeta turco,
que transformó la poesía de su país, liberándola de los ya gastados corsés de
la métrica otomana y haciéndola entrar de lleno en la modernidad, pagó con 13
años de cárcel y otros tantos de exilio su compromiso con su pueblo y su
negativa a doblegarse ante quienes quisieron acallar su voz.
Es además un poeta universal. Y
no sólo por su forzada vida trashumante; es tan universal porque en él se
funden de manera vigorosa el fondo y la forma, el verso y el mensaje, en la
técnica y en el contenido. Tenía un indomable espíritu rebelde y luchador.
Como en todo genio, esa
universalidad no está reñida, sino todo lo contrario, con las raíces, con la
nacionalidad, con la cultura popular. Además sus rimas cambiaron para siempre
las formas expresivas del idioma turco, desarrollando una nueva plástica antes
inexistente. Pero sobre esa nueva plataforma lírica subyacen unos cánticos
populares reciclados a los que Hikmet transmite toda su fuerte personalidad:
... has de saber morir por los hombres.Y además por hombres que quizás nunca viste,y además sin que nadie te obligue a hacerlo,y además sabiendo que la cosa más real y bella es vivir.
En él se abordan todos los temas
dibujados por los grandes poetas, el amor, la vida, el futuro... No hay nuevas
cuestiones más que aquellas que la misma realidad expone, quizá sólo recientes
vestimentas para antiguos maniquíes. Pero el poeta acierta a transmitirlas con
claridad meridiana, para que todo el mundo pueda oírlas, comprenderlas y actuar
en consecuencia.
No sólo por su lucha, Hikmet fue
también un revolucionario de la poesía, que está plena de vigor, de fuerza y de
energía. Como buen revolucionario escribe de una manera transparente capaz de
alcanzar a las masas populares, algo que los elitistas y decadentes poetas
burgueses desprecian profundamente, absorbidos en su burbuja de vacío.
Hikmet rompió el cristal. Para
comprender su explosión hay que tener el cuenta que en los años 30, cuando
Hikmet regresa de Rusia, encuentra una Turquía heredera del viejo Imperio
Otomano, con una cultura sometida a las decadentes fórmulas poéticas árabes y
persas, que no salía de un estrecho círculo oligárquico, apegado a rutinas
cortesanas, pretencioso, mediocre y seudo-cultivado, no solamente ajeno a las
masas sino totalmente enfrentado a ellas y a la cultura popular.
La obra de Hikmet, por el
contrario, es un ejemplo lúcido de realismo socialista, de dialéctica en prosa
y en verso y, naturalmente, de honestidad, de sinceridad. Es simple y es
directo, capaz de expresar con asombrosa claridad las situaciones más
complejas. En sus versos no hay enrevesadas metáforas ni grandilocuencia vacía;
las imágenes no son un mundo en sí mismas, separadas del mundo real y propensas
a desdibujarlo, sino un medio para describir la existencia con mayor vigor
expositivo. No hay juegos con las rimas: todo está al servicio de lo que el
poeta quiere contar y expresar. Como su inolvidable llamamiento:
¡ No vengan con nosotrosquienes llorando en sus casasarrastran sus lágrimascomo una pesada cadenaal cuello!
Libros:
— Duro oficio el exillo,
Ediciones Lautaro, Buenos Aires, 1959 (también en La Habana, 1975 y Batlló,
Barcelona, 1976).
— La miel de la esperanza y otros
poemas precedidos de un mensaje a los poetas, La Habana, 1961
— Selime, hijo de Chabane y su
libro, Veracruz, Instituto Veracruzano de Cultura (Cuadernos del Baluarte),
1995
— Leyenda de amor (pieza en tres
actos y cinco cuadros), Ariadna, Buenos Aires, 1964
— Antología, Visor, Madrid, 1970
— La vida es linda, hermano,
Futuro, Buenos Aires, 1965
— Antología poética, Quetzal,
Buenos Aires, 1974
— Poemas, Ed. Arte y Literatura,
La Habana, 1978
— La nube enamorada, Guadarrama,
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1989
— Últimos poemas I
(1959-1964-1961), Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2000
— Soleiman Solom: Nazim Hikmet,
Epesa, Madrid, 1971
Tomado de Antorcha.org
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