2 nov 2012

Miguel Hernández: SONREÍDME


Vengo muy satisfecho de librarme
de la serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente escamada de casullas y cálices:
su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos
reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón.


Vengo muy dolorido de aquel infierno
de incensarios locos,
de aquella boba gloria: sonreídme.


Sonreídme, que voy
a donde estáis vosotros los de siempre,
los que cubrís de espigas y racimos
la boca del que nos escupe,
los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.


Me libré de los templos: sonreídme,
donde me consumía con tristeza de lámpara
encerrado en el poco aire de los sagrarios.
Salté al monte de donde procedo,
a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra compañía de relativo barro.


Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de tratar piedras y hachas
a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados
habremos de agruparnos oceánicamente.


Nubes tempestuosas de herramientas
para un cielo de manos vengativas
no es preciso. Ya relampaguean
las hachas y las hoces con su metal crispado,
ya truenan los martillos y los mazos
sobre los pensamientos de los que nos han hecho
burros de carga y bueyes de labor.


Salta el capitalista de su cochino lujo,
huyen los arzobispos de sus mitras obscenas,
los notarios y los registradores de la propiedad
caen aplastados bajo furiosos protocolos,
los curas se deciden a ser hombres
y abierta ya la jaula donde actúa de león
queda el oro en la más espantosa miseria.


En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose,
quiero ver a la cólera tirándoos de las cejas,
la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón
sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo,
viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa,
viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso,
viéndonos en este estado capaz de impacientar
a los mismos corderos que jamás se impacientan.


Habrá que ver la tierra estercolada
con las injustas sangres,
habrá que ver la media vuelta fiera de la hoz
ajustándose a las nucas,
habrá que verlo todo notablemente impasibles,
habrá que hacerlo todo sufriendo un poco menos
de lo que ahora sufrimos bajo el hambre,
que nos hace alargar las inocentes manos animales
hacia el robo y el crimen salvadores.


Este poema de ruptura fue escrito por  Miguel Hernández  en 1935 (circa) y acusa un cambio en su concepción del mundo  causado por su participación en las Misiones Pedagógicas y la influencia de los poetas Pablo Neruda, Vicente Aleixandre y Raúl González Tuñón. 





Las misiones pedagógicas  fueron organizadas por la  II República Española con el fin de amenguar el analfabetismo de la población campesina  sumida en esta situación por siglos de dominación monárquica y clerical, experimentaron y utilizaron  nuevas formas de enseñanza a través del juego,  el canto, técnicas teatrales y   la proyección de películas.




 

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