A HORA, compatriotas, pobladores continentales,
hombres de América, hermanos míos:
levantemos su nombre
con nuestras pobres vidas sin sosiego,
coloquémoslo al borde de los sueños terrenales,
cerca de la lágrima, por encima del grito,
exactamente donde comienza el día,
para que alumbre como el sol que lo queremos,
para que sea la primera palabra buena
que duerma y que sonría
en el convulsionado corazón de los hambrientos.
Luego, camaradas universales,
marchemos junto a él, poderosos y altivos,
deshojemos nuestro cariño
en el claro sendero que trazó su mirada
y que conduce a la fogata
que se levanta en el corazón volcánico de los obreros.
Y escuchemos su voz. Esa voz donde transitan
todas las pesadumbres del hombre,
donde se timbran los metales
de la nueva mañana que aman nuestros pueblos.
Marchemos junto a él,
que él ya nos llama desde la otra orilla
agitando su bandera quemada en los combates.
Hagámonos un dulce abrigo con su mirada.
Levantemos coraje con su presencia.
Enarbolemos su palabra de siglos
que viaja en el ala de los cóndores
hacia el territorio acribillado donde hay pobres
que aman, que sueñan, que pelean.
JOSE CARLOS, Maestro y símbolo,
escritor y guerrero,
capitán de nuestras esperanzas,
ciudadano del mundo:
el eco de tu voz ya está poblando todos los caminos
y América se despierta con tu nombre en la garganta
y un fusil en cada mano!
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