“Siempre hay que tener en cuenta que cuando la justicia tarda demasiado no es completa, ya que hay madres que murieron sin saber nada de sus hijos ni tener la oportunidad de un juicio”, declaró la nieta del escritor, Macarena Gelman, tras conocerse la sentencia.
Tras treinta años de exigir justicia por la desaparición y muerte de su hijo Marcelo Ariel y su nuera María Claudia, el poeta argentino Juan Gelman, Premio Cervantes de Poesía 2007, ha conquistado la justicia este 31 de marzo, cuando los cuatro verdugos recibieron sus condenas correspondientes.
El Tribunal Oral Federal 1 de Buenos Aires castigó con cadena perpetua al ex general Eduardo Cabanillas, 25 años a los agentes civiles de la “guerra sucia” de la dictadura argentina Honorio Martínez Ruiz, alias “Pájaro”, y Eduardo Alfredo Ruffo, alias “Zapato” o “Capitán”, y 20 años para Raúl Guglielminetti, alias “Mayor Guastavino”.
Ruffo ya cumplió condena por la apropiación de la niña Carla Rutilo Artés, secuestrada el 2 de abril de 1976 en Bolivia junto a su madre. El padre, en tanto, fue asesinado. Recién en 1985 y merced a la búsqueda de su abuela, Matilde Artés Company, la niña pudo librarse de Ruffo y ambas viajaron a Madrid, donde todavía viven.
Al hijo de Gelman, militante de la Juventud Peronista afín a la guerrilla montonera, lo secuestraron en su casa el 24 de agosto de 1976, cuando su padre ya se había marchado al exilio. Lo trasladaron al campo de torturas Automotores Orletti donde fue vejado y asesinado entre el 4 y el 9 de octubre de 1976. Desde entonces, Gelman y su esposa Mara La Madrid emprendieron una búsqueda que abarcó más de tres décadas.
Le dispararon un tiro en la nuca, metieron su cadáver en un barril de petróleo vacío que rellenaron de cemento y lo arrojaron a un canal del Río de la Plata. De allí fue rescatado recién a fines de los años 80 y, finalmente, en 1990 la familia pudo hacer el velatorio en el sindicato de periodistas de Buenos Aires e inhumarlo.
Todavía hoy, Gelman da la pelea por encontrar a su nuera, María Claudia Iruretagoyena García, secuestrada con Marcelo Ariel y desaparecida, a los 19 años, embarazada de ocho meses.
En Automotores Orletti había uruguayos secuestrados y represores de varios países del Cono Sur, gracias al plan criminal Operación Cóndor con que Videla, Pinochet y otros dictadores militares de América Latina coordinaban la persecución, intercambio, y eliminación de opositores políticos.
Acaso por una extraña devolución de favores, los represores argentinos dejaron a sus pares de Uruguay llevarse a ese país a dos prisioneras embarazadas: una era María Claudia, que voló a Montevideo acompañada por los oficiales José Gavazzo y Manuel Cordero.
“Los militares uruguayos trasladaron como un envase a mi nuera, embarazada de ocho meses y medio, de Buenos Aires a Montevideo, esperaron el nacimiento de la niña y, dos meses después, se la arrebataron, asesinando a María Claudia en Uruguay”, dijo Gelman.
No se sabe aún dónde escondieron el cadáver. Presumiblemente, fue dentro de un cuartel castrense en Montevideo. Sí se supo, en cambio, que por el asesinato está acusado el policía militar Ricardo Conejo Medina, quien habría entregado al bebé, Macarena, a su tío, el comisario Ángel Tauriño, como un obsequio porque su esposa sufría de esterilidad.
Años atrás el Premio de Poesía Cervantes reencontró a su nieta Macarena en Montevideo y le obsequió su identidad, igual que hacen las Abuelas de la Plaza de Mayo argentinas.
“Cuando la justicia tarda demasiado no es completa”
“Creo que son muy importantes estas sentencias que se están dando en la Argentina”, declaró Macarena Gelman, la nieta del poeta, tras la decisión del tribunal. “Para nosotros, este fallo es el más significativo respecto de mi familia. También está el juicio del Plan Cóndor, pero es posterior”, señaló la joven.
Macarena subrayó la contemporaneidad de esta sentencia en la Argentina con “la discusión en el Parlamento uruguayo de la ley interpretativa, con un proyecto que aparentemente se votaría en el Senado este mes y, después, en Diputados”, a favor de la inaplicabilidad de cuatro artículos de la ley de caducidad o impunidad para los represores en Uruguay.
“Todo coincide, coincide también el fallo de la Corte Interamericana” de Derechos Humanos, una sentencia reciente referida a la desaparición de María Claudia y la sustracción de su hija, que sostiene la incompatibilidad de las leyes de amnistía o impunidad en crímenes de lesa humanidad con el derecho internacional y las obligaciones internacionales de los Estados.
Según Macarena, “está retrocediendo la impunidad, pero subsisten serias trabas en Uruguay, como el hecho de que muchas veces, en alguna instancia de los juicios, deba consultarse al Poder Ejecutivo si se puede o no continuar”. No obstante, sostuvo que “con el proyecto para modificar la ley interpretativa, si se sanciona, muchos casos archivados van a poder reabrirse”.
“Por eso digo que es una época bastante fuerte. Yo creo que toda esta movida en varios frentes refuerza la esperanza y muchas cosas que parecían imposibles, son cada vez más posibles”, afirmó.
Macarena advirtió que, “en estas reflexiones, siempre hay que tener en cuenta que cuando la justicia tarda demasiado no es completa, ya que hay madres que murieron sin saber nada de sus hijos ni tener la oportunidad de un juicio”.
Sobre su tarea en la Secretaría de Derechos Humanos argentina, que desarrolla en gran parte en Uruguay, la consideró “reparadora”.
“Realmente, a mí me gratifica mi trabajo. Creo que colaborar siempre nos repara también a todos en todo esto que tanto daño nos ha hecho”, insistió sobre su trabajo con sobrevivientes de Orletti, familiares de las víctimas y otros activistas de derechos humanos.
“De hecho, muchos uruguayos compartieron el cautiverio con mi mamá, aquí en Uruguay. No así en Automotores Orletti, donde ella estaba apartada y no tenía mucho contacto. Acá estuvo en el mismo lugar que muchos prisioneros uruguayos”, agregó.
“Varios de los sobrevivientes y testigos de esta causa estuvieron el jueves 31 en la residencia” del embajador argentino en Uruguay, Dante Dovena, donde siguieron en tiempo real por pantalla gigante la lectura de la sentencia y “muchos de ellos declararon (a la justicia de los dos países) que mi mamá estaba en Uruguay”, detenida-desaparecida, concluyó.
El Tribunal Oral Federal 1 de Buenos Aires castigó con cadena perpetua al ex general Eduardo Cabanillas, 25 años a los agentes civiles de la “guerra sucia” de la dictadura argentina Honorio Martínez Ruiz, alias “Pájaro”, y Eduardo Alfredo Ruffo, alias “Zapato” o “Capitán”, y 20 años para Raúl Guglielminetti, alias “Mayor Guastavino”.
Ruffo ya cumplió condena por la apropiación de la niña Carla Rutilo Artés, secuestrada el 2 de abril de 1976 en Bolivia junto a su madre. El padre, en tanto, fue asesinado. Recién en 1985 y merced a la búsqueda de su abuela, Matilde Artés Company, la niña pudo librarse de Ruffo y ambas viajaron a Madrid, donde todavía viven.
Al hijo de Gelman, militante de la Juventud Peronista afín a la guerrilla montonera, lo secuestraron en su casa el 24 de agosto de 1976, cuando su padre ya se había marchado al exilio. Lo trasladaron al campo de torturas Automotores Orletti donde fue vejado y asesinado entre el 4 y el 9 de octubre de 1976. Desde entonces, Gelman y su esposa Mara La Madrid emprendieron una búsqueda que abarcó más de tres décadas.
Le dispararon un tiro en la nuca, metieron su cadáver en un barril de petróleo vacío que rellenaron de cemento y lo arrojaron a un canal del Río de la Plata. De allí fue rescatado recién a fines de los años 80 y, finalmente, en 1990 la familia pudo hacer el velatorio en el sindicato de periodistas de Buenos Aires e inhumarlo.
Todavía hoy, Gelman da la pelea por encontrar a su nuera, María Claudia Iruretagoyena García, secuestrada con Marcelo Ariel y desaparecida, a los 19 años, embarazada de ocho meses.
En Automotores Orletti había uruguayos secuestrados y represores de varios países del Cono Sur, gracias al plan criminal Operación Cóndor con que Videla, Pinochet y otros dictadores militares de América Latina coordinaban la persecución, intercambio, y eliminación de opositores políticos.
Acaso por una extraña devolución de favores, los represores argentinos dejaron a sus pares de Uruguay llevarse a ese país a dos prisioneras embarazadas: una era María Claudia, que voló a Montevideo acompañada por los oficiales José Gavazzo y Manuel Cordero.
“Los militares uruguayos trasladaron como un envase a mi nuera, embarazada de ocho meses y medio, de Buenos Aires a Montevideo, esperaron el nacimiento de la niña y, dos meses después, se la arrebataron, asesinando a María Claudia en Uruguay”, dijo Gelman.
No se sabe aún dónde escondieron el cadáver. Presumiblemente, fue dentro de un cuartel castrense en Montevideo. Sí se supo, en cambio, que por el asesinato está acusado el policía militar Ricardo Conejo Medina, quien habría entregado al bebé, Macarena, a su tío, el comisario Ángel Tauriño, como un obsequio porque su esposa sufría de esterilidad.
Años atrás el Premio de Poesía Cervantes reencontró a su nieta Macarena en Montevideo y le obsequió su identidad, igual que hacen las Abuelas de la Plaza de Mayo argentinas.
“Cuando la justicia tarda demasiado no es completa”
“Creo que son muy importantes estas sentencias que se están dando en la Argentina”, declaró Macarena Gelman, la nieta del poeta, tras la decisión del tribunal. “Para nosotros, este fallo es el más significativo respecto de mi familia. También está el juicio del Plan Cóndor, pero es posterior”, señaló la joven.
Macarena subrayó la contemporaneidad de esta sentencia en la Argentina con “la discusión en el Parlamento uruguayo de la ley interpretativa, con un proyecto que aparentemente se votaría en el Senado este mes y, después, en Diputados”, a favor de la inaplicabilidad de cuatro artículos de la ley de caducidad o impunidad para los represores en Uruguay.
“Todo coincide, coincide también el fallo de la Corte Interamericana” de Derechos Humanos, una sentencia reciente referida a la desaparición de María Claudia y la sustracción de su hija, que sostiene la incompatibilidad de las leyes de amnistía o impunidad en crímenes de lesa humanidad con el derecho internacional y las obligaciones internacionales de los Estados.
Según Macarena, “está retrocediendo la impunidad, pero subsisten serias trabas en Uruguay, como el hecho de que muchas veces, en alguna instancia de los juicios, deba consultarse al Poder Ejecutivo si se puede o no continuar”. No obstante, sostuvo que “con el proyecto para modificar la ley interpretativa, si se sanciona, muchos casos archivados van a poder reabrirse”.
“Por eso digo que es una época bastante fuerte. Yo creo que toda esta movida en varios frentes refuerza la esperanza y muchas cosas que parecían imposibles, son cada vez más posibles”, afirmó.
Macarena advirtió que, “en estas reflexiones, siempre hay que tener en cuenta que cuando la justicia tarda demasiado no es completa, ya que hay madres que murieron sin saber nada de sus hijos ni tener la oportunidad de un juicio”.
Sobre su tarea en la Secretaría de Derechos Humanos argentina, que desarrolla en gran parte en Uruguay, la consideró “reparadora”.
“Realmente, a mí me gratifica mi trabajo. Creo que colaborar siempre nos repara también a todos en todo esto que tanto daño nos ha hecho”, insistió sobre su trabajo con sobrevivientes de Orletti, familiares de las víctimas y otros activistas de derechos humanos.
“De hecho, muchos uruguayos compartieron el cautiverio con mi mamá, aquí en Uruguay. No así en Automotores Orletti, donde ella estaba apartada y no tenía mucho contacto. Acá estuvo en el mismo lugar que muchos prisioneros uruguayos”, agregó.
“Varios de los sobrevivientes y testigos de esta causa estuvieron el jueves 31 en la residencia” del embajador argentino en Uruguay, Dante Dovena, donde siguieron en tiempo real por pantalla gigante la lectura de la sentencia y “muchos de ellos declararon (a la justicia de los dos países) que mi mamá estaba en Uruguay”, detenida-desaparecida, concluyó.
“Aunque la justicia ha tardado, llegó”
Aún conmocionado y con la voz entrecortada, al poco de conocerse el fallo, el poeta Juan Gelman prefiere medir la euforia: “El crimen se cometió hace 35 años y por fin se logra la justicia”, dice. “A mi nieta Macarena la encontramos en el 2000, luego de una larga investigación, que sobre todo llevó adelante Mara, y después de una campaña internacional en la que firmaron casi 100 mil personas de 122 países”.
“Casi la mitad de mi vida, 35 años, he pasado buscando justicia que, aunque ha tardado, llegó”, añade el poeta. “Porque fue a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner logró que se abolieran las mal llamadas ‘leyes de perdón’ —ya que no conozco a ninguna víctima ni a ningún familiar que haya perdonado a los criminales—, que los represores comenzaron a ser juzgados. Sólo entonces se pudo hacer avanzar causas que estaban absolutamente congeladas”.
Al igual que su abuelo, Macarena también jugó un papel muy activo en las causas judiciales: “A los 23 años ella tuvo recién conciencia de lo que había pasado con sus padres, pero fue clave en impulsar todo esto”, se enorgullece Gelman, cuyo último poemario, El emperrado corazón amora —un canto igualmente obstinado al amor, la muerte, la derrota, el dolor, la pérdida, la búsqueda y los encuentros— estará en librerías en mayo próximo, cuando el autor cumpla 81 años.
Se trata de un libro esperado que saldrá primero en España y luego en América, y que Gelman ha pergeñado con la experiencia y la memoria que acumulan sus intensas ocho décadas. “Son poemas que están escritos el pasado año, en 2010, y son más breves, porque con la edad pesa más lo innecesario y se van quedando más desnudos, sin hojarasca”, explica el autor, para añadir que “en realidad” él también se pregunta “qué son estos poemas”.
“Pero una cosa está clara, que ningún poeta o narrador está contento con lo que escribe, porque lo que hacemos los poetas es que seguimos buscando a esa señora tan esquiva que es la poesía”, agrega. “Luego vienen en cada uno de estos poemas las reflexiones sobre uno mismo y sobre las experiencias que atraviesan la vida”.
En El emperrado corazón amora, que publica Tusquets, Gelman experimenta con el lenguaje, inventando palabras, como “el amorar” (de amor), con las que impulsa y da vida a sus ideas y emociones. El amor, la muerte, la condición humana, la derrota, el dolor, la perdida y la búsqueda de la luz dan cuerpo a estos más de 140 poemas reunidos bajo un título que se encuentra en un poema del libro Cólera de buey, que el escritor argentino residente en México escribió en 1971.
“Casi la mitad de mi vida, 35 años, he pasado buscando justicia que, aunque ha tardado, llegó”, añade el poeta. “Porque fue a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner logró que se abolieran las mal llamadas ‘leyes de perdón’ —ya que no conozco a ninguna víctima ni a ningún familiar que haya perdonado a los criminales—, que los represores comenzaron a ser juzgados. Sólo entonces se pudo hacer avanzar causas que estaban absolutamente congeladas”.
Al igual que su abuelo, Macarena también jugó un papel muy activo en las causas judiciales: “A los 23 años ella tuvo recién conciencia de lo que había pasado con sus padres, pero fue clave en impulsar todo esto”, se enorgullece Gelman, cuyo último poemario, El emperrado corazón amora —un canto igualmente obstinado al amor, la muerte, la derrota, el dolor, la pérdida, la búsqueda y los encuentros— estará en librerías en mayo próximo, cuando el autor cumpla 81 años.
Se trata de un libro esperado que saldrá primero en España y luego en América, y que Gelman ha pergeñado con la experiencia y la memoria que acumulan sus intensas ocho décadas. “Son poemas que están escritos el pasado año, en 2010, y son más breves, porque con la edad pesa más lo innecesario y se van quedando más desnudos, sin hojarasca”, explica el autor, para añadir que “en realidad” él también se pregunta “qué son estos poemas”.
“Pero una cosa está clara, que ningún poeta o narrador está contento con lo que escribe, porque lo que hacemos los poetas es que seguimos buscando a esa señora tan esquiva que es la poesía”, agrega. “Luego vienen en cada uno de estos poemas las reflexiones sobre uno mismo y sobre las experiencias que atraviesan la vida”.
En El emperrado corazón amora, que publica Tusquets, Gelman experimenta con el lenguaje, inventando palabras, como “el amorar” (de amor), con las que impulsa y da vida a sus ideas y emociones. El amor, la muerte, la condición humana, la derrota, el dolor, la perdida y la búsqueda de la luz dan cuerpo a estos más de 140 poemas reunidos bajo un título que se encuentra en un poema del libro Cólera de buey, que el escritor argentino residente en México escribió en 1971.
Tomado de: www.letralia.com
Hola. Quiero felicitarlo por el blog, es realmente muy interesante. Es muy gratificante encontrar lugares como éste. Saludos.
ResponderEliminarLe dejo la dirección de blog: http://historiasfalenciasyunaparentecronopio.blogspot.com/
Espero que el contenido del blog haya sido de tu agrado o te haya servido.
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