Nunca preguntéis a un hombre si sufre, porque siempre se está sufriendo en alguna forma y en algún camino. Hoy, por ejemplo, sufro tu dolor, patria mía, hasta lo más alto de mi alma. Y no puedo escapar, llagado como estoy de tu tragedia. Debo vivirte, porque no he nacido para darte el contrapecho de mi vida, sino lo más noble y provechoso que tengo: la vida de mi vida, la dignidad y su ternura.
II
Si alguien sufre tanto contigo, ese pobre hombre tengo que ser yo, yo que sufro tus limosneros, tus prostitutas, tus hambrientos, tus ásperas colonias populares, donde tienen sus nidos los buitres del hambre y del frío. Pero yo no te sufro sólo con los ojos abiertos, sino con toda la herida, tanto del alma como del cuerpo, porque soy, antes que nada, el gran inconforme que anda debajo de la piel de todos, esperando su hora, porque nadie como los pueblos saben, que no se puede renunciar jamás a la lucha, porque tampoco, se puede renunciar nunca a la victoria.
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