Salud Pyongyang florido, capital
del pueblo coreano, redimido
del yugo imperialista, colonial,
del régimen feudal, envilecido.
Percibo con reflejos irisados en haces,
con el alma tensada, de puntillas,
portentos de Chenlima, maravillas
que superan los sueños más audaces.
Percibo en himno acorde los motores,
el canto de los niños por jardines;
la ofensiva de paz, los constructores
transformando en edenes los confines.
Percibo el firme andar de los obreros,
las mujeres sonriendo en sus labores,
los labriegos que avanzan con tractores,
los jóvenes que asaltan los luceros.
De qué fuentes nacieron esos ríos,
esos bosques de pie, cara al mañana,
que convierten en huertos los baldíos,
que convierten la muerte en vida humana?
¿Qué cerebro de fuerza arrolladora
transmite en pulsaciones resonantes
su impulso al torrencial de hombres Atlantes,
abriendo cauces libres a la aurora?
¿Qué abanico solar capitalino,
abierto en rayos de oro por doquier,
le hace al pueblo pensar, sentir, creer,
hacer la noche día cristalino?
Desde lejos percibo, siempre en vuelo,
al Líder Kim Il Sung, padre y hermano,
que uniendo el Sur y el Norte con su mano,
hará de su Corea un nuevo cielo.
hará de su Corea un nuevo cielo.
Deseo al sol de rutas cenitales,
al genio de la eterna juventud,
largos años de vida, la salud
de sus propias ideas inmortales.
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