25 jun 2013

NAZIM HIKMET RAN


Nazim Hikmet Ran   por
Sahin Karakoc

Como en pocos autores, en Hikmet la obra literaria está adherida a su peripecia personal y política, por lo que para conocerle es imprescindible repasar con algún detenimiento su singular biografía.

Este gran poeta turco nació el 15 de enero de 1902 en Salónica, hoy ciudad griega, en un ambiente familiar intelectual. Uno de sus abuelos fue poeta; su padre, director general de prensa, además de diplomático, y su madre pintora. Estudió en el colegio francés, un centro de élite y, aunque por poco tiempo, ejerció de maestro

En 1921, con apenas 19 años, impresionado por la revolución de octubre se fue a Rusia en compañía de su amigo Va-Nu, en busca de nuevos horizontes, huyendo de la guerra y el feroz anticomunismo de su país: los integrantes del primer círculo comunista turco acababan de ser asesinados a sangre fría en alta mar.

Ambos se establecen en Moscú estudió ciencias políticas en la universidad durante cuatro años. En una época de aprendizaje del poeta, que queda impactado por la euforia revolucionaria y la eclosión artística en la Rusia de aquel momento: Maiakovski y Meyerhold, tanto en poesía como en teatro, los dos géneros que más atraen al joven Nazim, rompen los viejos moldes artísticos con montajes espectaculares.

En diciembre de 1924, regresa a Estambul y se integra en la redacción de Aydïnlïk (Claridad), la revista teórica del Partido Comunista, definitivamente cerrada en febrero de 1925, coincidiendo con las medidas excepcionales adoptadas por el Gobierno, que tomó como pretexto un alzamiento kurdo. Al mes siguiente, los redactores de Claridad y un numeroso grupo de comunistas fueron detenidos y procesados, y el propio Nazim Hikmet, aunque logró eludir la cárcel huyendo a Esmirna y pasando a la clandestinidad, fue condenado a 15 años de prisión, por lo que, en septiembre de 1925, volvió a escaparse a la Unión Soviética, donde participó en la creación de un teatro-estudio (la compañía METLA), que se disolvió en marzo de 1927.

En julio de 1928 regresa a Turquía, pero es detenido en la frontera y, tras seis meses de prisión preventiva, es condenado a tres meses de cárcel. La represión seguía cebándose en los comunistas, amparada en los poderes omnímodos de Mustafá Kemal y su partido único, el Partido Republicano del Pueblo.

A la salida de la cárcel se instaló en Estambul y trabajó para el diario Aksam, comenzando a escribir poemas, novelas, relatos, artículos, ensayos y teatro. En abril de 1929 publicó 835 lineas, una colección de poemas constructivistas que alcanzó dos ediciones, y, antes de acabar ese mismo año La Gioconda y Si-Ya-U. Por aquellas fechas, se sumó también a la redacción de Resimli Ay (Mensual Ilustrado), una revista de concepción vanguardista que congregó a un grupo de escritores y artistas empeñados en derribar los idolos, según la fórmula acuñada por Nazim en una cé1ebre serie de artículos que provocaron un considerable revuelo y le costaron la feroz animadversión de personajes influyentes, que se sintieron retratados en aquellos ídolos con los pies de barro.

Por entonces conoce a uno de los grandes amores de su vida, Pirayé, entonces una joven de apenas 22 años, cuya vida en común quedó truncada con una nueva detención de Nazim, hasta que ambos pudieron reencontrarse meses después y contraer matrimonio en enero de 1935.

Entonces Nazim era ya un escritor tan conocido como repudiado por la élite intelectual de su país. Pero sigue desplegando una incesante actividad creadora: en 1930 publica dos nuevos poemarios, Varan 3 (Y van 3) y 1+1=2, este último escrito en unión de con Nail V. (Nail Çakirhan); en 1931, aparece La ciudad que perdió la voz, ilustrada por Abidin Dino; y, en 1932, una antología de poemas, Telegrama nocturno, y ¿Por qué se ha suicidado Benerci?

Su estilo libre y la alternancia de verso, prosa y diálogo, que, en cierta manera, prefiguran ese nuevo género que se propone fundar con su obra más ambiciosa, que redactará durante sus largos años de cárcel: Paisajes humanos de mi país. También escribió teatro: Kafatasi (El cráneo) y La casa de un muerto, estrenadas en Estambul en 1932.

En marzo de 1933, en medio de un gran polémica nacional fue encarcelado, en unión de otros 23 comunistas, acusado de asociación ilegal y de pretender implantar en Turquía el régimen de los soviets.

Durante el juicio, celebrado en Bursa en noviembre de aquel año, el fiscal reclamó la pena de muerte para los acusados. Algo más de un año después, sale en libertad, gracias a la amnistía promulgada en agosto de 1934 con ocasión del décimo aniversario de la República.

Nazim, en esos años de la década de 1930, marcados por el ascenso de los fascismos en Europa, sufre el ostracismo público en su país, apartado de la prensa, en la que tiene que resignarse a colaborar bajo seudónimo, aunque no por eso abandona su impulso revolucionario y escribe dos largos poemas narrativos, que pueden considerarse auténticas obras maestras en su género: Cartas a Taranta Babd, sobre la invasión de Etiopía por las tropas de Mussolini, publicado a finales de 1935 y recogido en Commune en marzo de 1936, y Leyenda del jeque Bedreddin, publicada en 1936, en la que recoge la revuelta de signo antifeudal que en el siglo XIV protagonizó la secta Simavi, constituida por musulmanes, judíos y cristianos.

Otro aspecto más del compromiso de carácter antifascista del autor lo constituye el largo poema titulado Rumbo a Barcelona en el barco del desdichado Fusuf, publicado a finales de 1937, coincidiendo con el avance de las fuerzas fascistas en España, que estuvieron a punto de tomar Madrid, y la entrada en combate de las Brigadas Internacionales.

Es a finales de 1937 y comienzos de 1938 cuando se gesta una auténtica conspiración contra Nazim Hikmet, para lo cual le entregaron a los tribunales militares. En este tiempo, el poeta ha de afrontar dos procesos. En el primero, el motivo, lo brinda un grupo de alumnos de la Academia Militar, apasionados por la literatura y de ideas progresistas, a quienes en el curso de un registro se les descubren algunos libros del poeta. A pesar de tratarse de libros legalmente publicados que podían adquirirse libremente, la jurisdicción militar inicia un proceso contra Hikmet y 20 alumnos de la Academia Militar, en el que se le acusa de conspiración militar e incitación a la indisciplina y a la rebelión, que estaba castigado con la pena de muerte. El juicio concluye con elevadas condenas, pero es Nazim quien se lleva la palma: 15 años de prisión.

El segundo proceso lo incoa contra él la Armada, por los mismos motivos: la detención de algunos cadetes a los que se había sorprendido con libros del poeta. En este caso, la falta de pruebas y el hecho de que se esgrimiera como acusación principal la militancia comunista de los procesados, que entraba dentro de la jurisdicción civil, hacía presagiar una sentencia absolutoria. Sin embargo, las condenas fueron también de una inesperada dureza, en particular la recibida por Nazim: 28 años y 4 meses.

Nazim llegó a la prisión de Bursa en diciembre de 1940, para cumplir una larguísima condena, que, de hecho, para un hombre como él, de 38 años y una salud frágil, equivalía a una cadena perpetua. Allí, en las celdas de la prisión de Bursa, coincidió con dos jóvenes que habían sido condenados, con tan sólo 16 años, a duras penas de cárcel, a los que ayudó a desarrollar sus facultades artísticas, como en la cárcel de Çan-kïrï hiciera con Kemal Tahir: Orhan Kemal, condenado a 5 años de cárcel por propaganda comunista, que acabaría convirtiéndose en uno de los escritores fundamentales de la Turquía contemporánea, e Ibrahim Balaban, un joven contrabandista a quien Nizim enseñó a pintar, y que se convirtió al cabo de los años en uno de los artistas más trascendentales de la pintura turca.

Durante los diez años prácticamente ininterrumpidos que Nazim pasó en la cárcel de Bursa, escribió sus Poemas de las 22-23 horas, en un lenguaje deliberadamente simple y dedicados a Pirayé; pero, sobre todo, avanzó su obra más ambiciosa, Paisajes humanos de mi país, en la que se proponía retratar a su pueblo en diferentes momentos históricos, y en la que trabajó durante 20 años, 13 de ellos en prisión. Como explicó en sus cartas a Kemal Tahir, no era un libro de poesía, pues aunque hubiera elementos de poesía, también los había de prosa, teatro y cine.

Durante los últimos años de la década de 1940, Turquía necesita abrirse a Occidente, y crecen las esperanzas de un cambio político y de una liberalización del régimen. Coincidiendo con este nuevo clima, Va-Nu, su gran amigo de juventud, le visita en prisión y renace la vieja amistad. También le visita un prominente periodista, Ahmet Emin Yalman, propietario del periódico Vatan, que, siendo de origen judío, ha chocado con el régimen por la imposición de un impuesto que penalizaba exclusivamente a las minorías de origen griego, judío y armenio, y que, además de apreciar su poesía, quiere acabar con la injusta y prolongada encarcelación del poeta, contra la que ya se han iniciado diversas movilizaciones en todo el mundo.

En ese periódico se inicia una campaña por su libertad a la que pronto se suma Mehmet Ali Sebtik, un influyente abogado, quien publica una serie de artículos desvelando las irregularidades de los procesos a que fue sometido el poeta. Pero sus argumentos y las apelaciones ante el Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional fueron desestimados. No obstante, sus esfuerzos, en un clima de cierta liberalización del régimen, contribuyeron a crear un ambiente de opinión favorable a la liberación, aunque muchos comprendieron que ésta no se produciría mientras el partido único surgido del kemalismo, siguiera en el poder.

En su estancia en la cárcel comienza una nueva relación. Se enamora de su prima Milnever, con la que viviría después, tras su excarcelación en 1950. Su salud sigue deteriorándose, y en septiembre de 1949, se crea un comité internacional para su liberación y al que prestaron su apoyo intelectuales de todo el mundo. Las manifestaciones llegaron hasta el corazón de Estados Unidos, y el cantante Paul Robeson, marginado durante la época maccartista y que más adelante sumaría a su repertorio la canción titulada La niña muerta, sobre la destrucción de Hiroshima, con letra de Nazim Hikmet y música del compositor checo Vaclab Dobias, prestó todo su apoyo a la campaña.

El poeta comenzó el 2 de mayo de 1950 una huelga de hambre que contribuyó a sacar de su indiferencia a una parte de la sociedad turca. El 14 de mayo, ante el agravamiento de su estado de salud, tuvo que ser ingresado en un hospital. Sus amigos empezaron a temer seriamente por su vida, pues el Gobierno no tomaba ninguna iniciativa, y Nazim seguía firme en su empeño, por lo que comisionaron a uno de sus mejores amigos, el pintor Abidin Dino, para convencerlo de que abandonara la huelga de hambre, hasta que tomara posesión el nuevo Gobierno del Partido Demócrata. Finalmente, tras recibir múltiples llamamientos, el 20 de mayo aceptó interrumpirla. Pero su liberación, como muchos temían, no se produjo hasta el 14 de julio, cuando la nueva Asamblea Nacional, ahora dominada por el Partido Demócrata, aprobó una amnistía parcial que permitió la salida de la cárcel de 111 comunistas presos.

Nazim nunca se doblegó ante la tiranía. No consiguieron acabar con él; resistió y permaneció fiel a las ideas revolucionarias aún teniendo los brazos atados a la espalda, y la espalda pegada al corazón.

En noviembre de 1950, la II Conferencia del Congreso Mundial de la Paz le galardonó con el Premio de la Paz, recibido junto con Pablo Picasso, Paul Robeson, Wanda Jakubowska y Pablo Neruda, que fue el encargado de recogerlo en su nombre, ya que las autoridades turcas no le permitieron acudir a Varsovia. Y no sólo no le concedieron un pasaporte, sino que reabrieron su expediente militar y recibió una orden de alistamiento para incorporarse a un alejado destino: con 50 años pretendía el gobierno que se incorporara a filas, ya que no había cumplido el servicio militar al marcharse a Rusia. No hacía mucho que el escritor Sabahattin Ali había muerto en extrañas circunstancias, tras haber sido también llamado a filas a una edad tardía.

Nadie le daba trabajo y muy pocos se atrevían a visitarle en su casa, vigilada por la policía. Nazim temió ser víctima de una venganza por parte de quienes no se resignaban a saberlo libre cuando habían dispuesto todo para que se pudriera de por vida en prisión. De modo que comenzó a plantearse el exilio. En marzo de 1951, nació su hijo Mehmet, y, menos de tres meses después, huía de su país a bordo de una frágil embarcación.

Su obra, por tanto, está escrita en las condiciones más adversas, con un pie en la cárcel y otro en el exilio, y eso marca indeleblemente sus versos:

    Sucede por ejemplo que estamos en el frente,
    por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.
    Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,
    puede caerse cara a tierra y morir.
    Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,
    y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente
    por esa guerra que puede durar años y años.

    Sucede
    que estamos en la cárcel.
    Sucede
    que nos acercamos a los cincuenta años,
    y que falten dieciocho más
    para ver abrirse las puertas de hierro.
    Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera.
    con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
    es decir, con todo el mundo exterior que se halla
    tras el muro de nuestros sufrimientos;
    es decir, estemos donde estemos
    hemos de vivir
    como si nunca hubiésemos de morir.

El poeta fue recibido en la URSS con todos los honores, e inmediatamente fue nombrado para los órganos directivos del movimiento por la paz y el desarme. En 1952 entró a formar parte del órgano director del Congreso Mundial de la Paz, lo que le permitió viajar con relativa facilidad al extranjero y relacionarse con escritores y artistas internacionales.
Hoy su poesía sigue prohibida en Turquía, donde hasta la simple mención de su nombre, borrado de manuales, antologías e historias de la literatura, es un acto de resistencia. Pero sus poemas son cantados y recitados hasta en las aldeas más apartadas, para escarnio de quienes pretendieron acallar su voz.

No regresó ya nunca a su país y murió en Moscú el 3 de junio de 1963.

Nazim Hikmet es uno de los poetas cumbres de la poesía del siglo XX. Fue mucho más que un renovador de la literatura turca, y quizá por eso los escritores turcos consagrados de su tiempo le despreciaron como un extraño, mientras la juventud seguía sus pasos y le imitaba con fervor, y no solamente en el ámbito literario. El poeta turco, que transformó la poesía de su país, liberándola de los ya gastados corsés de la métrica otomana y haciéndola entrar de lleno en la modernidad, pagó con 13 años de cárcel y otros tantos de exilio su compromiso con su pueblo y su negativa a doblegarse ante quienes quisieron acallar su voz.

Es además un poeta universal. Y no sólo por su forzada vida trashumante; es tan universal porque en él se funden de manera vigorosa el fondo y la forma, el verso y el mensaje, en la técnica y en el contenido. Tenía un indomable espíritu rebelde y luchador.

Como en todo genio, esa universalidad no está reñida, sino todo lo contrario, con las raíces, con la nacionalidad, con la cultura popular. Además sus rimas cambiaron para siempre las formas expresivas del idioma turco, desarrollando una nueva plástica antes inexistente. Pero sobre esa nueva plataforma lírica subyacen unos cánticos populares reciclados a los que Hikmet transmite toda su fuerte personalidad:

    ... has de saber morir por los hombres.
    Y además por hombres que quizás nunca viste,
    y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
    y además sabiendo que la cosa más real y bella es vivir.

En él se abordan todos los temas dibujados por los grandes poetas, el amor, la vida, el futuro... No hay nuevas cuestiones más que aquellas que la misma realidad expone, quizá sólo recientes vestimentas para antiguos maniquíes. Pero el poeta acierta a transmitirlas con claridad meridiana, para que todo el mundo pueda oírlas, comprenderlas y actuar en consecuencia.

No sólo por su lucha, Hikmet fue también un revolucionario de la poesía, que está plena de vigor, de fuerza y de energía. Como buen revolucionario escribe de una manera transparente capaz de alcanzar a las masas populares, algo que los elitistas y decadentes poetas burgueses desprecian profundamente, absorbidos en su burbuja de vacío.

Hikmet rompió el cristal. Para comprender su explosión hay que tener el cuenta que en los años 30, cuando Hikmet regresa de Rusia, encuentra una Turquía heredera del viejo Imperio Otomano, con una cultura sometida a las decadentes fórmulas poéticas árabes y persas, que no salía de un estrecho círculo oligárquico, apegado a rutinas cortesanas, pretencioso, mediocre y seudo-cultivado, no solamente ajeno a las masas sino totalmente enfrentado a ellas y a la cultura popular.

La obra de Hikmet, por el contrario, es un ejemplo lúcido de realismo socialista, de dialéctica en prosa y en verso y, naturalmente, de honestidad, de sinceridad. Es simple y es directo, capaz de expresar con asombrosa claridad las situaciones más complejas. En sus versos no hay enrevesadas metáforas ni grandilocuencia vacía; las imágenes no son un mundo en sí mismas, separadas del mundo real y propensas a desdibujarlo, sino un medio para describir la existencia con mayor vigor expositivo. No hay juegos con las rimas: todo está al servicio de lo que el poeta quiere contar y expresar. Como su inolvidable llamamiento:

    ¡ No vengan con nosotros
    quienes llorando en sus casas
    arrastran sus lágrimas
    como una pesada cadena
    al cuello!


Libros:

Duro oficio el exillo, Ediciones Lautaro, Buenos Aires, 1959 (también en La Habana, 1975 y Batlló, Barcelona, 1976).
La miel de la esperanza y otros poemas precedidos de un mensaje a los poetas, La Habana, 1961
Selime, hijo de Chabane y su libro, Veracruz, Instituto Veracruzano de Cultura (Cuadernos del Baluarte), 1995
Leyenda de amor (pieza en tres actos y cinco cuadros), Ariadna, Buenos Aires, 1964
Antología, Visor, Madrid, 1970
La vida es linda, hermano, Futuro, Buenos Aires, 1965
Antología poética, Quetzal, Buenos Aires, 1974
Poemas, Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1978
La nube enamorada, Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1989
Últimos poemas I (1959-1964-1961), Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2000
— Soleiman Solom: Nazim Hikmet, Epesa, Madrid, 1971

Tomado de Antorcha.org

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